CAPÍTULO I. «El Hierro. El sendero de las mudadas».

Las mudadas son un tipo de trashumancia muy particular en la que participan todos los integrantes de un mismo núcleo familiar, los cuales realizan el desplazamiento con buena parte de su ganado, debido a las necesidades de los habitantes, la peculiaridad de la orografía y el clima de la isla.
En este fenómeno migratorio se encuentran los orígenes de los numerosos núcleos de población histórica en el valle del Golfo, como es el caso concreto del pueblo de Guinea. La máxima expresión de este contexto de cómo la gente de cierta edad recuerda aquella época son los cantos de la meda que se cantaban mientras se trabajaba en las faenas agrícolas.

CAPÍTULO II. «La Gomera. El velorio de los angelitos».

El velorio de los angelitos es una costumbre en desuso que en algún momento de la historia supuso un peculiar modo de vida en la isla de La Gomera. Se trata de una práctica mágico-religiosa que pretendía la comunicación con el más allá: a través de los niños fallecidos —actuando como intercesores—, los familiares podrían comunicarse con los espíritus de sus antepasados.
Esta práctica —que al parecer fue común en todo el archipiélago y que estuvo presente también en Chile, Argentina y Uruguay— se llevó a cabo regularmente hasta mediados del siglo XX en la isla de La Gomera al son del tambor y baile del tajaraste.


CAPÍTULO III. «La Palma. La morada del diablo».

Dentro de las manifestaciones culturales más llamativas de la isla de La Palma relacionada con la imaginería del fuego —muy presente en la isla— se encuentra la «Danza del Diablo de Tijarafe».
Esta original y sugerente creación de 1923 se ha erigido, por derecho propio, en un icono identitario de la isla: originada como un simple divertimento ha derivado en una jugosa interpretación de la secular lucha entre el bien (la virgen de Candelaria) y el mal (el diablo).